sábado, 2 de noviembre de 2013

Me da gracias oír decir a los políticos que España ha tocado fondo.

Un país no toca fondo cuando su tasa de paro se desborda o su economía se va al garete, ni siquiera cuando su política exterior deja de importar al mundo o su sociedad muestra mayor capacidad de movilización por el fútbol que ante la degradación de su democracia.

Nuestro país ha entrado definitivamente en decadencia, una difícilmente reversible, cuando un país pierde la higiene más básica y su basura empieza a acumularse sin que nadie haga nada por recogerla, entonces es cuando la basura pasa a ser inodora e invisible a los ojos de muchos que ha dejado de advertir su presencia bajo la justificación de “todo el mundo lo hace”.
Parece ser que esta  basura para los españoles ni existe ni nos molesta. Y si no existe, ¿por qué deshacerse de ella? Llegado a ese punto el político más ladrón puede confiar en su reelección, porque no se espera otra cosa de él. Ambos partidos sumarían todavía hoy más del 60% de los votos en unas elecciones, según las últimas encuestas

En el caso de la política todo indica que la cosa no tiene remedio. El país ha sido gobernado durante décadas por dos partidos que han prostituido todas las instituciones que podrían poner control a sus excesos, beneficiado sistemáticamente a sus amigos, derrochado el dinero que se puso en sus manos para construir una sanidad y una educación dignas, han puesto sus intereses partidistas o pactado para que la crisis económica afecte a todo el mundo menos a ellos y con los que están hermanados.

Hablamos de los mismos partidos que siguen embolsándose subsidios millonarios a costa del erario y expandiendo la casta de enchufados que ocupa cada despacho e institución, controlan autonomías que han saqueado sin disimulo, como Valencia o Andalucía. Que se ríen de los ciudadanos aprobando leyes de transparencia opacas. Pero no importa: uno de esos partidos ha convencido a media España de que la culpa la tiene el otro. Y viceversa.

Que tal farsa haya sido asumida por tanta gente, durante tanto tiempo, solo puede deberse a que el país sufre una variante del síndrome de Diógenes, ese trastorno que hace que las personas abandonen su higiene personal y acumulen desperdicios en sus hogares hasta convertirlos en vertederos.

Los políticos le piden a los últimos que resisten, a aquellos que todavía aspiran a vivir sin basura a su alrededor, que la acepten y asuman que está aquí para quedarse. 

¿Qué le parece todo esto a la mayoría de los españoles?

No hay comentarios: