viernes, 23 de enero de 2015

Mini-Jobs, ese eufemismo


Ya hemos olvidado la primera vez que oímos la expresión  mini-Jobs, ya la hemos integrado en nuestro vocabulario habitual en temas laborales y ya no somos capaces de discernir si lo que significa es lo mismo que parece que significa o no lo es, ni mucho menos si lo que creemos que significa es algo bueno o malo y para quien. Lo hemos olvidado o tal vez nunca lo supimos, que es lo que pasa muchas veces con los términos que los economistas inventan para que nos parezca que la economía debe regir nuestras vidas, en lugar de lo más lógico, es decir, que nuestras vidas rijan la economía.

Generalmente entendemos por mini-Jobs, ese tipo de trabajos que no suelen superar las 15 horas semanales y que, en el mejor de los casos, alcanza una retribución de 450 euros mensuales. Pero si nos atenemos a la traducción literal (mini-trabajos), estamos haciéndonos un flaco favor, ya que solo estamos aludiendo a una de sus características, que define un trabajo de pocas horas, sin aludir al salario igual de pequeño (o más), ni tampoco y esto quizás sea lo más oculto de un mini-job, a los escasos o nulos derechos sociales que conlleva.

Las aportaciones que hace el trabajador de cara a su jubilación son tan ridículas como el salario que percibe, y todo ello sin tener ni idea a día de hoy de a qué edad podrá jubilarse y si para entonces, el sistema financiero no habrá fagocitado la bolsa común de las pensiones, con la ayuda de la herramienta de extracción de riqueza ajena conocida como “gobierno”.

El país donde más extendida está esta forma de explotación de la mano de obra es Alemania, donde ya cerca de 7,5 millones de personas tienen un mini-jobs y, por supuesto un mini-salario y unos mini-derechos sociales. Este y no otro es el horizonte al que nos empuja contra nuestra voluntad la política económica del Gobierno del Partido Popular.


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