jueves, 7 de febrero de 2013


¿Es España es un país de chorizos?


Quizá sea un tópico, pero esa imagen que Europa tiene del español como fullero, pícaro, ignorante, orgulloso, indolente y torpe es expresión de un sistema social que tiene en el robo una fuente esencial de la acumulación y en la clase empresarial su más firme espejo.
Vivimos en un mundo impuesto ideológica y materialmente, un mundo basado en la insolidaridad y la competencia, un mundo que nos llama a poseer cuanto más podamos, a consumir todo lo que se nos antoje, en ese ánimo de lucro y avaricia competitiva y acumuladora.
La corrupción, es una enfermedad crónica, una práctica que pocos cuestionan, vivimos en una sociedad corrupta, la única diferencia entre los Bárcenas, Chaves, Camps, Pujol, Griñan, Bono, Urdangarín, Rato, Cospedal, Rajoy, la tía que uso una tarjeta que se encontró en la calle o los que cobraron de forma fraudulenta ayudas a la dependencia y el fontanero que cobra en B son solo de cuantía, pero en el fondo es el resultado de una sociedad corrupta.
La corrupción, actúa de forma legal y que alarma y horroriza a la sociedad cuando vemos que síntomas producen, sean políticos que se enriquecen, sean partidos que se financian
En España la corrupción es un asunto de estado, un asunto legal.
Porque la justicia está podrida hasta la médula, porque las Cortes Generales son el refugio de los corruptos, porque el empresariado es fuente de corruptores, porque los sindicatos ya no existen por haberse olvidado hace mucho tiempo de los ciudadanos, porque los partidos políticos se han convertido en empresas de profesionales de la política que hacen lo que fuere para vivir de ella, si fuera necesario, pisando los derechos de los propios ciudadanos.
La corrupción es una enfermedad, con una horrible patología, pero es de ley.
Necesitamos listas abiertas, necesitamos elegir al presidente directamente, necesitamos elegir a los fiscales y necesitamos una ley de transparencia. 

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