¿Es España es un país de chorizos?
Quizá sea un tópico, pero esa imagen que Europa tiene del
español como fullero, pícaro, ignorante, orgulloso, indolente y torpe es expresión de un sistema
social que tiene en el robo una fuente esencial de la acumulación y en la clase empresarial su más firme espejo.
Vivimos en
un mundo impuesto ideológica y materialmente, un mundo basado en la
insolidaridad y la competencia, un mundo que nos llama a poseer cuanto más
podamos, a consumir todo lo que se nos antoje, en ese ánimo de lucro y avaricia
competitiva y acumuladora.
La corrupción, es una enfermedad crónica, una práctica que pocos
cuestionan, vivimos
en una sociedad corrupta, la única diferencia entre los Bárcenas, Chaves,
Camps, Pujol, Griñan, Bono, Urdangarín, Rato, Cospedal, Rajoy,
la tía que uso una tarjeta que se
encontró en la calle o los que cobraron de forma fraudulenta ayudas a la
dependencia y el fontanero que cobra en B son solo de cuantía, pero en el fondo
es el resultado de una sociedad corrupta.
La corrupción, actúa de forma legal y que alarma
y horroriza a la sociedad cuando vemos que síntomas producen, sean políticos
que se enriquecen, sean partidos que se financian
En España la
corrupción es un asunto de estado, un asunto legal.
Porque la justicia está podrida
hasta la médula, porque las Cortes Generales son el refugio de los corruptos, porque
el empresariado es fuente de corruptores, porque los sindicatos ya no existen
por haberse olvidado hace mucho tiempo de los ciudadanos, porque los partidos
políticos se han convertido en empresas de profesionales de la política que
hacen lo que fuere para vivir de ella, si fuera necesario, pisando los derechos
de los propios ciudadanos.
La corrupción es
una enfermedad, con una horrible patología, pero es de ley.
Necesitamos listas abiertas, necesitamos elegir al presidente
directamente, necesitamos elegir a los fiscales y necesitamos una ley de
transparencia.
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